Al comienzo de una relación de pareja todo es alegría, diversión, pasión, ilusión... Vemos a la otra persona como un ser maravilloso carente de defectos. Pero, con el paso del tiempo esos sentimientos se reducen y surgen momentos de aburrimiento, rutina, desencanto, incomprensiones, discusiones... Son situaciones que forman parte de la vida en común y a los que no hay que temer cuando se trata de una relación sólida.
Es natural que tarde o temprano aparezcan enfrentamientos y malos momentos. Por lo general, le ocurre a personas que poseen formas de ser diferentes y, por muy enamorados que estén, es normal que surjan diferencias entre ellos. Lo fundamental, es que aunque existan diferencias y malos momentos, nunca lleguen a perderse el respeto.
Las parejas deben hacer una distinción entre su vida personal, la del otro y la vida que tienen en común. Al formar una relación, no debemos renunciar a uno como ser individual que somos y dedicarnos exclusivamente a la otra persona. Eso, sería un gran error que no sólo nos afectaría a nosotros mismos, sino también a nuestra relación de pareja.
Para mantener una buena relación, es esencial que la vida particular de cada uno, sea aceptada y respetada por el otro
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