Me borraste del libro de tu vida,
más no tengo reproches que lanzarte;
si me llamé tuya y consentí en amarte,
no me muestro por ello arrepentida.
No es perenne el amor, no hay fuerza
capaz de contemplarlo eternamente…
Tú y yo nos adoramos locamente, no
importa que haya sido una mañana.
Dulce huella en mi espíritu has dejado
por que en mi corazón ¡Oh mi bien
amado!
no se abrieron las rosa de estío.
Yo no quiero no debo reprocharte,
porque espero algún día perdonarte
y llamarte de nuevo, amado mio
Una tarde bendecida
me diste , amada , una flor,
y de entonces su perfume
embriaga mi corazón.
Era un jazmín blanco y puro
más no tanto como tú ;
emblema de mis ensueños
símbolos de tu vida.
Yo lo conservo en mi pecho
y en el siempre vivirá;
lo han marchitado mis besos
y lo he regado al llorar.
Pero conserva el aroma
de tu aliento virginal
de tus lágrimas la huella,
de tus miradas quizá.
Será el dulce compañero
de mi triste soledad;
y mientras tú no me olvides
jamás me abandonarás.
Más, acaso por desgracia,
te olvidaras de mi amor,
no resistirán sus hojas
la tormenta del dolor.
Y en medio de mi amargura,
de mi angustia y aflicción,
se deshará en mil pedazos,
¡Y con el corazón!
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